martes, 23 de diciembre de 2014

Palabras

Algún día como tantos otros, en compañía de unos oídos que no se cansan de escuchar,

oían las constantes y reincidentes penas de amor.

Me dieron consejos como suelen hacerlo, supieron entender el malestar y representarlo

en vivencias propias ¿será que el amor se comporta mediante un común denominador

para aquellos que no podemos amarrarlo? Quizás si, quizás no tenga esa cuota de

libertad que solemos adjudicarle.

Charlas que van, charlas que vienen, me recomendaron la lectura de una mujer

que sabe poner en una hoja metafóricamente aquello que sentimos y no podemos decir.

Encontré alguien que le dio un significado a mi pena.

Me encontré presa de aquello que usamos para, en medida, materializar sentimientos,

pero me preguntaba si podría ser que sean utilizadas de una manera tan errada.

Será que nadie tiene en cuenta que al decirlas, se genera una onda expansiva que va

volteando cada uno de nuestros sentidos hasta que llega a lo más profundo de nuestro

universo imaginario y nos pega allí, donde más duele.

Será que nadie comprende que en cuanto la lanzas al aire, hay indefectiblemente alguien

que las recibe y las resignifica para si.

Quizás no entiendan que se trata de una cuota de sinceridad, de elegirlas atentamente y

tener un creciente cuidado, ya que cuanto más sentimientos abarca,

más rápido arriba la desilusión cuando vemos que fueron mal utilizadas.

¿Será que nadie comprende que amar no tiene otro significado más que el que ya todos

conocemos? ¿será que nadie comprende la magnitud que tienen o es tan solo una

coartada para excusarse frente al dolor que se ha causado?

Será que estoy presa de las palabras, que cortan mis venas como un torrente filoso.

Tendré que elegir entre dar un seminario para que la gente comience a utilizarlas como

corresponde o subirme a la banalidad que caracteriza a esta sociedad que tan solo se

dedica a llenarse la boca con palabras, a desparramarlas por el mundo endulzando

oídos y una vez que están levitando a nuestro alrededor, a punto de atravesarnos,

se dicen ser anónimas.