
Un día como hoy,
con el cielo colapsado de lágrimas a punto de precipitar,
nos vimos y encontramos
en una escena que nunca creí posible.
Tú ya no reconoces mi voz
y me ves con tu mirada inquisidora,
como si fuese una extraña
que vino a quitarte algo que te pertenece.
Ya no recuerdas nuestros cuerpos,
te quedaste sin memoria.
Tienes un andar suelto e independiente,
como si nunca hubieses tenido tu mano amarrada a la mía.
Tú me mostraste la luna y las estrellas
Y ya nunca pude dejar de contemplarlas.
Y te vi, allí, de pie
Tan entero, tan renovado,
Que no pude arruinar tu armonía
Intentando que tu me veas a mí.
Pero lo hiciste y en nada cambió.
Tus ojos parecen haber olvidado mi rostro
Y hoy, caminamos como dos extraños.